¿Qué Debo Hacer Para Mi Salvación?

By Raul Rivera

Cuando pastoreaba una iglesia en Florida, a menudo aconsejaba a un miembro de nuestra iglesia. Ella se sentía atormentada por un pensamiento persistente y perturbador y sufría de sueños angustiosos. Sentía un agudo sentido de vexación, dudando si nuestra iglesia era la que Dios había destinado para ella. Albergaba un miedo arraigado de que asistir a la iglesia incorrecta la llevaría a la condena eterna.


En consecuencia, me encontraba, dos o tres veces al año, recordándole la pregunta conmovedora del carcelero de Filipos en Hechos 16: "Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?" La tranquilizaba diciéndole que la elección de iglesia no dictaba su salvación o condena. La clave para la salvación era sencilla: "Cree en el Señor Jesucristo". Estas discusiones parecían alejarla del borde de su abismo personal, brindándole consuelo durante unos tres o cuatro meses antes de que sus dudas volvieran a surgir.

Un día, mientras reflexionaba profundamente sobre su angustia, me llegó una profunda realización. La analogía más apropiada que me vino a la mente se resumía en las inquietantes letras de una canción que con frecuencia llena el aire como música ambiental en restaurantes: "Esto podría ser el Cielo, o esto podría ser el Infierno" de "Hotel California". Mis pensamientos se elevaron momentáneamente. En su percepción, nuestra iglesia oscilaba entre ser su cielo o su infierno.

Yo, como su pastor, era percibido como un hombre de Dios o un agente inadvertido de Satanás. Es sorprendente, entonces, que alguna vez buscara mi orientación. ¿Alguien confiaría en sus instintos para buscar consejo de alguien cuya brújula moral les resultaba incierta? Fue entonces cuando entendí la raíz de su problema.

Sus dudas persistentes no se basaban en cuestionar la validez de la iglesia, sino que eran sintomáticas de un problema generalizado que observo entre muchos feligreses: una deficiencia en la comprensión bíblica. Todos hemos escuchado la advertencia de Oseas 4:6, "Mi pueblo fue destruido por falta de conocimiento". Sin embargo, a menudo se pasa por alto la segunda parte de esa Escritura, que delinea la naturaleza exacta del conocimiento que falta: "Porque has olvidado la ley de tu Dios".

No fue simplemente un descuido; el pueblo de Dios colectivamente relegó su Palabra de su prioridad, lo que condujo a su ausencia de su conciencia, simplemente la dejaron escapar. La verdad sobre el conocimiento es implacable; si no se revisa constantemente, se desvanece de la memoria.

Absorbámoslo

Romanos 10:17 emplea una frase que enfatiza cómo se cultiva la fe en Jesús a través de la absorción. Pablo escribe: "Así que la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios". Tomó prestada la fraseología del Antiguo Testamento "Oyendo, oiréis", que es una forma de decir que debes mantener constantemente ante ti aquello que más deseas recordar.

En Marcos 4, en un día en que Jesús habló muchas parábolas sobre la Palabra de Dios siendo como una semilla, hace una pausa para hacer una observación entre paréntesis sobre el oír. En Marcos 4:24 él dice:

"Les dijo también: Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís.”

Este verso hace eco de mis experiencias en la clase de geometría del décimo grado con el Sr. Dechaume, que a menudo preguntaba: "Raúl, ¿estás escuchando?" Reconoció que el nivel de atención que dedicaba a escuchar estaba directamente relacionado con mi comprensión de la geometría.

Jesús nos advierte que prestemos atención. Solo recibirás de Dios en la medida en que prestes atención a lo que escuchas. Es una advertencia para el oyente casual (absorbente). Hay algunos que estudian la Biblia de vez en cuando y hay muchos que escuchan ocasionalmente en la iglesia. También hay algunos que asisten a la iglesia todos los domingos pero nunca leen la Biblia por sí mismos. A aquellos que no prestan atención, les dice:

“25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.”

La Palabra puede escaparse silenciosamente de la mano de uno, inadvertida. Mi amiga era sincera en su búsqueda de Dios, pero intentó hacerlo sin la única cosa que más necesitaba. Ella no sabía lo que Dios decía acerca de ella porque no prestaba atención a Su Palabra. Nunca admitiría o reconocería conscientemente este pensamiento. Sin embargo, a pesar de la claridad bíblica sobre la salvación en Hechos 16:31, "Cree en el Señor Jesucristo", ella se centraba en sus transgresiones percibidas de la semana, convenciéndose a sí misma de que tales malas acciones la dejaban más allá de la redención.

No importaba cuántas veces enfatizara el requisito singular para la salvación, ella volvía preocupada, confesando: "Sé que eso es lo que dice la Biblia, pero no me siento salva". Estaba arraigada en la creencia de que tenía que hacer algo para salvarse a sí misma o que de alguna manera asistir a otra iglesia sería la solución. La gracia y la paz que anhelaba se encuentran únicamente a través del conocimiento de la Palabra de Dios, que solo viene con una absorción persistente. No es una lectura ocasional, sino una presencia constante en nuestras vidas de lo que más necesitamos recordar.

Para concluir, les ofrezco un pasaje de 2 Pedro 1:2-4, una escritura edificante que promete borrar las oscuras reverberaciones de 'Hotel California' que una vez atormentaron a mi querida hermana en Cristo, que desconocía las promesas hechas para ella. Las palabras clave han sido resaltadas para mayor claridad.

“2 Gracia y paz os sean multiplicadas en el
conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús,
3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad
nos han sido dadas por su divino poder,
mediante el conocimiento de aquel
que nos llamó por su gloria y excelencia,
4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis
a ser participantes de la naturaleza divina,
habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo
a causa de la concupiscencia."
%programe-su-cita-cta%

¿Le resultó útil este blog?


Y reciba gratis el libro electrónico 10 Pasos Estratégicos para Plantar una Iglesia